Translate

viernes, 7 de diciembre de 2012

El camino de salida


Por Paolo Castillo

Casi tres veces fui a parar al borde del hastió,
profetizando toda mi vida pasada,
todo el pecado, los excesos, los turbios desvíos,
los bares, la bohemia, la lujuria indeseada.

Hace tres años que mi corazón ya no es mío,
junto a mi alma que vive melancolizada
en mi cama, y en la almohada de mis enemigos,
escapando del futuro con la frente cansada.

Hace tres “qué bueno era” rompí en llanto,
porque ya no soporto este despreciable desencanto
de mi vida, que se desmorona de tanto en tanto,
junto a la nueva mañana con resaca, mi vil espanto.

Hace tres Martini´s despertó mi espíritu marchito,
pero de pronto ve la realidad y se acobarda,
una copa más, un delirio, y con otra ya voy por el quinto,
como desearía poder cerrar las ventanas de mis penas.

Hace tres minutos recuperé la cordura y me hizo
fijarme todo lo que acontece hoy en día mi vida,
juro por Dios que este no es mi verdadero destino,
debo detenerme, respirar y tomar el camino de salida.

domingo, 19 de junio de 2011

Con tan solo recordarte (Cuento corto)

Con tan solo recordarte (Cuento corto)

Me dice mi nombre con su vocecita chillona y dulce, como si un angelito me estuviese aclamando, y yo simplemente me encuentro tan en silencio como si estuviese completamente sordo y ciego. Me sigue llamando, parece que no se quiere cansar de intentar, y yo simplemente sigo tan perdido en pensamientos borrosos e imprecisas lagunas mentales. Aun sigue persistentemente, parece que intenta llamar mi atención, pero yo sigo tan disperso en la nada, como si mi mente viajara lejos de mis cuerpo hacia no se donde y desde no se que. Esta vez prueba con tocarme el hombro y luego con moverme un poco la cabeza, luego suspira un poco y vuelve a pronunciar mi nombre, a través de esos sus labios tan bellos. Ahora finalmente logra su ansiado cometido.

Ahora me mira con sus ojitos claros, como su corazón, y brillantes, como dos diamantes preciosos recientemente pulidos. Realmente no se le podría negar nada, pienso, es que solo basta con observar su linda carita para morirse de ternura al darse cuenta de su basta alegría coqueta, o con poder sentir vivazmente el fuego de su inocencia infinita y sanadora.

-Salgamos a pasear-, me dice, rompiendo el malvado silencio relajante que una vez me envolvió sutil e intensamente, -Disfrutemos de la vida-, continua diciéndome, y yo tan solo escucho pacientemente, mirando como pronuncia sus palabras. Siento que estoy como si me hubiese hechizado con su poderosa personalidad atrayente y sus contagiosas ganas de vivir, -Es que quiero que este día sea recordando para siempre y siempre-, termina diciéndome entre risas coquetas y picaras muecas.

Y de repente vamos a pasear. No importa que sea más de media noche, o que haga intenso calor, o frió. Es que solo quiere que le acompañe a ver el tiempo pasar junto a nuestras almas unidas por el destino azaroso. Sentir que nada es imposible, solo cuando toco esa su piel, disfrutar cuando nadie disfruta, cada segundo que pasa tan rápidamente ante nuestro ser, ante nuestros ojos que miran al presente como si fuera lo único importante en esta vida, sin miedo al mañana, sin miedo a nada.

Como me gustaría poder retratar su emoción en este instante agradable, es que este segundo me marca tan profundamente, como un fuego que enciende mi corazón, una vez destruido, una vez abatido.

Ahora me abraza sin decirme nada, sinceramente puedo sentir su calido amor que irrumpe en mi alma insensata que sigue protestando por no poderle dar mas de lo que puede dar. De pronto, de entre sus anheladas caricias, sube su calida mirada. Puedo sentir mi corazón latir muy lentamente, y puedo escuchar el aire entrar tan calmosamente a mis pulmones, y no comprendo nada, ni siquiera entiendo que hago aquí. Ahora puedo ver sus ojitos sinceros que se entrelaza fuertemente con mi mirada, y ahora comprendo que es posible ver la transparencia del alma mirando los ojos de alguien. Y sin duda puedo ver que es tan transparente y que me ama, tal vez tanto como yo, pero no lo creo.

De pronto veo que me habla, con sus muecas malabares y sus gestos que hacen nacer sonrisa en mi ser confundido, es que no puedo distinguir si esto es la realidad, es que “el ahora” de este momento es tan hermoso y perfecto. Ahora mueve sus delicados labios, pero no logro escuchar nada, me muestra su alegría mediante sonrisas entre palabras y ese su parpadeo, tan cómplice, tan único de su persona. Y sigue dialogándome audazmente, parece no querer parar jamás de hablar conmigo. Ante todo, nuestras miradas no dejan de seguir fusionadas intensamente, siento que solo somos la misma persona, creo sentir lo que siente y lo que piensa, y sinceramente me siento tan bien conmigo mismo.

De pronto reacciono inesperadamente ante este trance dulce y enamorado y la fantasía real, ¿o ficticia?. -volvamos a casa-, me dice y luego me toma de la mano, y sin decirme nada mas, empieza a correr a lo incierto. y juro que no me importa donde me lleve, pues solo quiero estar al lado suyo, por que eso es lo mas importante, no se si para siempre, pero creería que si es así, pues siento que es el sentido de mi vida.

De a ratos voltea y me mira, con sus ojitos se mi cerrados, y cuando lo hace siento una emociono inmensa, un regocijo inigualable. Me entusiasmo, y me empiezo a preguntar internamente, entre tantos pensamientos enamorados, si es que me quiere tanto como yo podría querer a alguien en esta vida, tan franca e vivamente, como siempre suelo hacer.

De pronto se detiene y me mira tímidamente, parece quererme decir algo, pero no logro imaginarme que es. -Vamos a donde nadie va-. Pero no comprendo por que no le puedo responder, estoy como hechizado o hipnotizado, pareciera como si no supiera hablar, comprendo que hoy me siento tan solo un niño que no sabe lo que quiere en verdad, pero no se el por que. -Gocemos del olor a cama recién tendida-, continua diciendo, esbozando una sonrisa. Y yo continúo en este trance infinito del cual no puedo salir. -Hagamos lo que nadie sabrá que hicimos-, me dice, y yo tan solo suspiro, viendo todo como en cámara lenta. -vivamos lo que nadie pensara que vivimos-, termina diciéndomelo, susurrándome oído.

Y ese día sentimos lo que hace al mundo girar, justo en esa instancia donde consagramos por primera vez nuestra unión perdurable y perfecta, gozando de ese olorcito a cama recientemente desordenada y manchada con nuestro amor intenso, con tus travesuras atrevidas de roses inocentes y falsos desprecios que tanto me excita. Con tus histerias y manías, hicimos lo que nunca nadie supo que hicimos jamás.

Como te eh disfrutado de pies a cabeza, como te e amado tan lejos y tan cerca, sinceramente te amo, eso no lo voy a negar, es que vivimos tantas cosas juntos. Pues, sufrimos y lloramos, besamos y amamos, sentimos y disfrutamos, solo cuando toco esa tu piel.

Y ahora que me encuentro como entre rejas, atado ante este cuarto irrisorio, lleno de melancolías y horribles pesadillas. Por no saber olvidarte, suspiro entre estas malditas líneas. Por no poder saberte borrar, me estoy odiando a cada instante. Casi siempre sufro y asta a veces lloro en silencio.

Ahora me siento algo triste, es que ya no puedo estar contigo, ya no puedo hacer lo que realmente quiero, ya no puedo. Pero cada noche de desvelo atrofiante, cada mañana traidora y desesperante, cada tarde estrepitosa y bucólica, vuelvo a vivir todo lo que hicimos y lo que no hicimos, vuelvo a sentir tus numerosas caricias, lo me hacia tan bien. Perdóname si es que te molesto demasiado con estos mis escritos detestables y tontos suspiros. Es que no puedo evitar emocióname, con tan solo recordarte.

jueves, 16 de junio de 2011

A los Muchachos del Perú (Discurso)

A los muchachos de Perú (Discurso)

Por Paolo Castillo

Muchachitos de Perú, ustedes han tenido la mala suerte de nacer y en el país más loco del planeta. No le sigan la corriente no se dejen arrastrar por su locura, pues si bien la locura ayuda a sobre llevar la carga de la vida también puede sumarse a la desdicha. El cielo y la felicidad no existen; esos son cuentos de sus papás para justificar el crimen de haberlos traído a este mundo. Lo que existe es la realidad, la dura realidad, este matadero al que vinimos a morir, cuando no es que a matar y a comernos de paso a los animales nuestro prójimo. En consecuencia no se reproduzcan, no hagan con otro lo que hicieron con ustedes. No paguen en la misma moneda el mal con el mal, que imponer la vida es el crimen máximo, dejen tranquilo al que no existe ni está pidiendo venir en la paz de la nada, total a esa es a la que tenemos que volver todos ¿para qué entonces tanto rodeo?. La patria que me cupo en suerte que nos cupo en suerte es un país en bancarrota en desbandada unas pobres ruinas de lo poco que antes fue; miles de secuestrados, miles y miles de asesinados, millones de desempleados, millones de exiliados, millones de desplazados, el campo en ruinas, la industria en ruinas, la justicia en ruinas, el porvenir cerrado, eso es lo que les toco a ustedes, los compadezco, les fue peor que a mí. Y como yo que un día me tuve que ir, y justo por eso hoy les estoy hablando, digo a lo que parece probablemente también se tengan que ir ustedes pero ya no los van a recibir en ninguna parte por que en ninguna parte nos necesitan ni nos quieren.

Un pasaporte peruano en un aeropuerto internacional causa terror: ¿Quién será? ¿A qué vendrá? ¿Qué traerá? ¿Coca? ¿Vendrá a quedarse?: no… no venimos a este mundo a quedarnos, vinimos a pasar como el viento y a morir, a veces ese viento al pasar hace estragos y tiene nombre, se llama Vladimiro Montesinos, se llama Augusto B. Leguía, se llama Manuel Odría, se llama Abimael Gusman, se llama Alberto Fujimori, se llama Alan garcia. Aprendan mientras se van a ponerle nombres propios a la infamia, cuando yo nací me encontré con una guerra entre conservadores y liberales que arraso con el campo y mayo a millares, hoy la guerra sigue y aun que cambio de actores, es de todos contra todos y ya nadie sabe quien fue el que mato a quien, ni sabe ni le importa ni lo piensa averiguar, porque ¿para que?. ¿Para qué si a ningún asesino lo van a castigar en el país de la impunidad?.

Si nuestro primer mandatario va en peregrinación a los llanos a abrazar a nuestro primer delincuente como diciéndoles con iniquidades y abrazo, maten, robe, extorsionen, destruyan, secuestres pero eso sí, háganlo a cabalidad para que se queden con lo que queda de Perú. Yo he vivido a la desesperada y se me hace que a ustedes les va a tocar vivir igual, y un día me tuve que ir sin quererlo y se me hace que a ustedes les va a tocar irse igual, el destino de los peruanos de hoy es irnos, claro, si antes no nos matan, pues los que se alcancen a ir, no sueñen con que se han ido porque a donde quieran que vallan Perú los seguirá, los seguirá como me ha seguido a mi día a día, noche a noche a donde he ido con su locura, algún momento de dicha efímera vivido aquí e irrepetible en otras partes los va a acompañar hasta la muerte.

El río tormentoso (Cuento corto)

El río tormentoso (Cuento corto)

Por Paolo Castillo


Avanzando por entre las callejas añejas de mi Cuzco querido. Ya nada era como antes. Vituperando inconscientemente mi pasado añorado, mi juventud querida que ya no volverá, por entre el atolladero bullicioso de mí destino tormentoso.

Volvía por fin. Volvía a mi propio principio, a mi pasado melancólico. Cuzco seguía siendo el mismo desastre que era antes: Hablo de la juventud y de los impunes que vendrían a ser nuestros dirigentes «los servidores públicos, por no decir aprovechadores y bellacos, ¡enemigos de lo público!», ¿cuándo llevarán a Cuzco al siglo XXI?, que aún seguía siendo un pueblito grande. Un pueblito con una juventud inmersa en una plena degradación moral y espiritual, pero no vine desde tan lejos a hablar de estos indeseables.

Lucas, mi hermano, se estaba muriendo. Se me estaba adelantando ante este matadero arrollador llamado vida. Se me estaba escabullendo poco a poco de esta realidad. Luquitas no perdía nada si yo me moría, pero yo si perdía muchísimo si es que él realmente me dejaba. El se llevaría consigo, a la tumba, todo mis buenos recuerdos de la infancia, y yo nada porque mi memoria ya anda trastocada desde hace mucho por culpa del río tormentoso de la existencia.

Y de pronto, de entre recuerdo y recuerdo, llegue a la vieja casita de mis padres, que son los que ya no existen; los que se fueron primero. «Pum pum pum» golpee la puerta con mano dura, así como nos golpeaban los curitas salesianos si es que no rezábamos el rosario como ellos ordenaban. Como los odio a esos abusivos y borrachos curas truhanes y arrogantes. ¿Por qué obligar a alguien a hacer algo que no le nace? Uy, me olvidé que ellos son hijos de su santísima madre, como el papa «hablo de la puta, la gran puta, perdón, quise decir la santa iglesia católica, o sea: La inquisidora, la torturadora, la asesina, la del santo oficio, la del Índice de Libros Prohibidos, la de las Cruzadas, la que bañó de sangre a Jerusalén, la que arrasó con las culturas indígenas de América, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas, la que amordaza la palabra y aherroja la libertad del alma, la que reprime a las demás religiones pero a la vez exige libertad de culto, la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión, la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora». Aun seguía igual como la dejé, cuando decidí dejar este país e irme a vivir el olvido en otra parte. Después de todo este viaje me estaba resultando literalmente un suicidio, porque en cada esquina, en cada calle, me estaban esperando los recuerdos que aun tienen cuentas pendientes conmigo ¡qué horror!, un horror un poco menos grande como el que sentíamos cuando después del auto golpe de estado, por parte del mismo presidente Fujimori, el dólar subió imparablemente y toda la economía se nos iba rápidamente al carajo. Y nuestras industrias quebraban como nuestras cumbres nevadas, y el campo se iba a la ruina, al igual que la justicia y el porvenir que se cerraba.

Después de varios minutos y varios golpes míos, la puerta se abrió. Era la enfermera que cuidaba a mi hermano y que después me hizo pasar al interior de mi ex-casita, viejita como yo. Entonces entré. Entre como en mis recuerdos y como en mis sueños borrosos. Ahí está el sillón; ahí está el piano; ahí están los mismos cuadros de siempre; ahí están los recuerdos, que intentaba borrar, que pretenden atacarme cuando esté muy desprevenido.

Por entre las penumbras de cada rinconcito de la casa, la muerte estaba asechando sigilosamente ¿Qué querrá? ¿Vendrá por mi o por mi hermano?, ojalá que sea por mí, que ya viví lo suficiente para seguir caminando y caminando entre este río tormentoso y cruel.

—¡Ey, muerte! —le dije, muy agotado por el viaje— quédate aquí y cuídame las maletas, que no me alcanzan las fuerzas para seguir cargándolas.

No vaya a ser que me las roben y me vayan a quitar lo que el gobierno le quita a la gente, que es la estabilidad, la seguridad y el bienestar, de a poquito. Pero lo que pasa, es que la gente lo niega porque toma lo más fácil «aún que ya me lo haya quitado, el pueblo, con tanta indulgencia denigrante. Es que nadie hace nada, pero todos reclaman ¡Idiotas, se abusan del derecho a la idiotez!»

Con su sonido fuerte, el reloj, marcaba las doce. Con sus campanadas intimidantes, el reloj, intimidaba a la muerte que se escapaba por entre el disturbio de mis recuerdos que querían cobrarme mis cuentas pendientes. Pero logré alejarme, a duras penas, de ellos para ir a ver por fin, a mi querido hermano.

—Lucas, ¿cómo te sientes?

¿Cómo me iba a contestar semejante estupidez? Era obvio, se sentía muy mal. Se me estaba muriendo de esa enfermedad que les da a los drogadictos de jeringa y a los maricas. ¡Qué injusticia!, ¿Por qué el todo bondadoso siempre se lleva a los que deberían vivir?, ¿por qué no me lleva a mí, que ya viví lo suficiente? Luquitas que apenas tenía veinte añitos y yo viejo cansado.

—¡Paolo!, —alcanzó a decir, al percatarse, que el que le hablaba, era yo— ¿Cómo estás? ¿Cómo te fue en el viaje?

—Un desastre, —le contesté

—¿Y por qué un desastre? —preguntó inquieto, encorvando las cejas de la intriga y abriendo los ojos de la impresión.

—Viajar al Perú siempre fue turbulento para mí, y esa turbulencia me turbulentaba el alma hereje y el corazón agotado que tengo.

Sin saber que contestarme, me mostró una sonrisa, y luego me abrazó. Y yo también lo abracé. Y después de abrazarme, él, rió y yo también reí con él, y luego la muerte se reiría de nosotros cuando me lo arranque de mis brazos.

Jamás olvidare los fines de semana vividos contigo en la finca de nuestros abuelitos. Cuando éramos niños, y cuando salía el sol, y cuando la vida nos veía juntos por entre los árboles de capulí, y los árboles llorones como mi alma, y los árboles de la añoranza que volvía a mí con muchísima nostalgia.

—Luquitas, ¿te acordás la vez que vimos a esa ovejita nacer, allá en la finca de los abuelos?

¿Cómo no se iba a acordar?, si con el viví esa felicidad tan inmensa. Nunca, nunca, nunca pero nunca volví a ser más feliz en mi vida. Al ver en mis recuerdos cada arroyito, cada ovejita, cada arbolito y cada riachuelito, que ahora ya no están porque a nadie le importa la naturaleza, ni los animales. ¡Por Dios!, que a nadie le importan los animales. Ni siquiera a Dios, que jamás tuvo una palabra de compasión por ellos en la biblia. ¿Por qué?: ¿No leyeron la biblia?, en ninguna parte habla sobre los animales ¿Cómo el demonio puede caber en el alma de una culebra o en el alma de un cerdito, que son unos animales indefensos e inocentes? El demonio solo puede caber en el alma de un ser despreciable y asesino, y este es el del hombre. El único que masacra a los animalitos en los mataderos para que después se los coma y luego los excrete en los ríos, para que después estos se contaminen y desaparezcan sin antes seguir contaminando el mar. Dios es injusto con los animales y su iglesia sigue incentivando esto, ¡hijos de puta!.

Luquitas, tú tienes una ventaja sobre mí, y es que te vas a morir y dejaras el horror de la conciencia, y encima te llevaras todos mis recuerdos a la tumba para recordarlos una y otra vez. Y sin embargo yo no tengo nada más que esta penita en el alma. Por ti, hermanito mío.

A veces nosotros llegamos a un punto en la vida donde nos pega tan fuerte la realidad que no sabemos qué hacer. Mi hermano se moría, se me estaba adelantando. Y por sobre las rutas de los recuerdos, me vi por aquella carreterita de mi infancia llorando, una tarde con mi hermano. Y felices, inconscientes, despilfarrando el chorro de nuestras vidas, vivimos inconscientemente lo mejor, que ya no volverá.

—Paolo —susurró Lucas, deteniéndome en plena humareda de recuerdo—, ¿Por qué me tengo que morir? —era una pregunta obvia, parecía que aún no aceptaba que moriría.

—Pues, porque te metiste toda clase de drogas, y te acostaste con tantas y tantas personas, y sin protección ¿Cómo no vas a contagiarte de sida?, ¡cabrón!

Sus grandes ojos fulgurantes se dirigieron a mí. Sin palabras. Me miró el alma, por entre mis ojos, muy impresionado, por tan terrible respuesta.

—Te quiero hermano —me dijo. Y los ojos se me encharcaban de lágrimas al ver su carita y recordar las tantísimas veces que reímos juntos ante el atardecer, en la finca de mis abuelitos.

—¿Cómo es no, Lucas?

—¿Qué cosa?

—Los años al final de cuentas, se nos pasaron tan rápido por encima. El tren de la vida nos había golpeado tan pero tan fuerte. Y ya nos tenemos que ir tan pronto. Y tú más que nada. No me imagino la vida sin ti, hermanito querido.

Te amo Lucas, tú eres mi único hermano y jamás te olvidaré.

Los días pasaron muy rápido. El tiempo cuando más lo deseas, más rápido se te escapa. Y al final la dulce muerte, mi amada meretriz, se lo llevó. Se lo llevó, como siempre se lleva lo mejor de la vida. Es fácil morirse, que quedar vivo y perder a los seres queridos. Luquitas te extraño y no sabes cuánto.

—Muerte, pero que injusta eres.

—¿Por qué lo dices?

—Te llevaste a Luquitas y a mí me dejaste para sufrirlo

—¿Sufrirlo por qué?

—Lo extraño bastante. Ya no quiero vivir.

—No seas tonto, Paolo, ¿crees que él quisiera verte así? La vida continúa; la vida es corta; no hay tiempo para tristezas. Disfruta la vida, antes que venga yo por ti.

—¡Pero te lo llevaste!, y me dejaste este gran vacío en el corazón.

—Yo no te di nada, el vacio es tuyo, ya lo tenías desde hace mucho tiempo. Acá, tú eres el malo.

—¿Y yo por qué?

—¿Querías que siga en esta casa agonizando, viviendo sus últimos días en el sufrimiento absoluto?, mejor me lo llevaba, antes de que siga atormentando con su conciencia y sus desesperanzas. A parte, no debes ser egoísta y mantenerlo vivo, Paolo, él se quería morir y obedecí a sus suplicas.

«Obedecía, ¡ja!. Obedeció a mi hermano, y jamás obedeció a mi suplica de morirme junto con Luquitas». Y como es de sabido, la muerte, tenía razón. Lo que hablaba, eran más los años y la experiencia, que su profesión misma. Luquitas se había ido, y una parte mía con él, ahora comprendo: Que bueno que se fue Luquitas, que ya estaba sufriendo demasiado.

Después de todo, la vida, seguía siendo un desastre, una caída en picada. El todo bondadoso me había quitando a todos mis seres queridos. Y me había dejado vivir con el horror de la recordarlos y llorarlos, día tras día, noche tras noche, a donde vaya con su locura.

¿Y ahora qué hago?, Luquitas se me había ido, así, tan rapidito. Se me había adelantado, me había ganado. Lucas te extraño y no sabes cuánto. Espérame, tarde o temprano nos volveremos a juntar, con mamá, con papá, con nuestros abuelitos y todo lo que nos hizo feliz. Espérame, que cuando muera te buscaré en donde sea que te encuentres. Y ahí sí, ahí seremos felices. Tú fuiste lo mejor que me pasó en la vida, te quiero mucho.